Émilie de Chatelet (Celia y Lucía)
ÉMILIE DE CHÂTELET
Lo primero que queremos
aclarar es el motivo por el cual hemos elegido este personaje para dedicarle un
blog. Sin duda una de las razones más importantes es que se trata de una mujer
que triunfó en un campo y además en una época en la que las mujeres eran casi
un cero a la izquierda… es decir, nada.
Desde luego no fue la
única mujer en la historia que destacó cuando tenía todo en contra. Madame
Curie, por ejemplo, fue la primera en ganar un Premio Nobel (Física, 1903),
sino que además de las pocas personas en el mundo que repitió: Química, 1911. A
principios del siglo XX no eran muchas las mujeres científicas.
Hay muchos ejemplos de
mujeres luchadoras y que triunfaron en profesiones que hasta entonces eran sólo
(o mayoritariamente) campos para los hombres. Desde Cleopatra (reina de Egipto
y amante de Julio César y luego de Marco Antonio) hasta J.K. Rowling (¿os suena
de algo el nombre de Harry Potter?), pasando por la gallega Emilia Pardo Bazán
(escritora y una de las primeras feministas españolas) o la “atrevida” Rosa
Parks (¿qué hizo esta señora?; lo primero ser negra y lo segundo, sentarse en
un asiento del autobús reservado para blancos, Albama, 1955), la historia ofrece muchos
ejemplos de mujeres a las que admirar.
Pero no es de ellas de
quien vamos a hablar, sino de la presumida e inteligente Émile, quizá no tan
conocida como las anteriores, pero con una vida igual de interesante.
Vamos allá…
Podemos decir, y no
exageramos, que Émile du Châtelet fue una mujer que triunfó en un montón de
aspectos. Estudió, fue madre, una mujer preocupada por su aspecto y además
consiguió el reconocimiento y el respeto de los más grandes científicos de su
época.
Fue una de las mujeres
más destacadas de la Ilustración francesa del XVIII. Su talento y su curiosidad
la llevaron a interesarse por todas las manifestaciones artísticas, a traducir
obras clásicas y a escribir ensayos de divulgación científica.
Sin duda fue una mujer de
éxito.
Antes de pasar a hablar
de nuestro personaje sería conveniente que sepamos algo acerca del momento en que
nació, vivió y murió Émile: el siglo XVIII.
EL SIGLO XVIII Y LA
ILUSTRACIÓN: EL SIGLO DE LAS LUCES.
La Ilustración fue una
corriente de pensamiento que defendía que la razón debía imponerse a las
creencias religiosas y supersticiones de la época. Los pensadores ilustrados
creían que solo la razón podía hacer que el pensamiento y los conocimientos de
los humanos evolucionasen y la ciencia avanzase. Además, sentían un gran
respecto por la humanidad.
La razón humana, la
inteligencia, debían guiar a los hombres. Por esta razón también se conoce al
siglo XVIII como la era de la razón. Sólo con la razón se podía combatir la
ignorancia y la tiranía y también construir un mundo más justo y con igualdad
de oportunidades para todos.
La Ilustración alcanzó su
mayor importancia en Francia, donde se creó uno de los lemas que la
caracterizan y que incluso hoy en día siguen (o deberían seguir) teniendo
importancia para todos nosotros: LIBERTÉ, ÉGALITÉ, FRATERNITÉ (libertad,
igualdad, fraternidad).
Los principales filósofos
de la Ilustración fueron Voltaire, Rousseau, Diderot y D´Alembert. Hay muchos
más, pero estos son los más conocidos.
UNA NIÑA ENTRE MUCHOS NIÑOS.
Su nombre completo era Gabrielle-Émilie le Tonelier de Breteuil y nació en Francia, concretamente
en París, el día 17 de diciembre de 1706 (por cierto, el mismo día que nació
una de las autoras de este Blog, Celia Corral).
Su madre era Gabrielle-Anne de Froulay y
su padre, Louis Nicolas Le Tonnelier, barón de Breteuil.
UN PADRE CON BUEN OJO
Émile fue la única mujer de los seis hijos
de la familia, pero no por ese motivo se vio Émilie marginada en el acceso a la
educación.
Su padre, el barón de Breteuil, era un
viejo diplomático y oficial de la corte del rey Luis XIV, que la educó como a
un varón en cuanto se dio cuenta de que era más lista que casi todos los chicos
que conocía. Émilie no sólo vivió rodeada de un ambiente intelectual
gracias a las amistades de su padre que llenaban su casa en París de filósofos
y otros eruditos, sino que además recibió una elevada formación.
La única limitación respecto de sus
hermanos fue que, debido a su condición femenina, su acceso a la universidad
estaba vetado. Para superar este problema, el barón de Breteuil facilitó a su
hija los mejores preceptores.
La niña aprovechó estupendamente el acceso al mundo intelectual. A los diez
años ya había leído a Cicerón y dominaba las matemáticas y muchas cosas de
filosofía. Émilie aprendió latín, italiano
e inglés. Todo le interesaba, desde los estudios bíblicos hasta las matemáticas
o el teatro. Practicó gimnasia, equitación y esgrima. Y también por supuesto la
música, para la que estaba bien dotada: en las reuniones sociales, a la menor
provocación, cantaba arias y tocaba el clavecín (una especie de piano).
Émilie escribió cuando ya
era adulta algo muy interesante acerca del derecho a la educación de las
mujeres: "Si yo fuera el rey, reformaría un abuso que condena por así
decir a la mitad del género humano... Haría participar a las mujeres en todos
los derechos de la humanidad y sobre todo en los del intelecto... Estoy
persuadida de que muchas mujeres o ignoran sus talentos, por el vicio de su
educación, o los esconden por prejuicio y falta de coraje en su espíritu".
Desde bien pequeña demostró una capacidad
excepcional de sacrificio. No dormía más que escasas horas necesarias para
continuar sus estudios. Cuando empezó a aparecer en público en la corte se
decía que lo hacía con manchas de tinta en los dedos, algo del tono inusual en
una jovencita de su época.
Sin embargo no todos estaban contentos con
los progresos de la niña sabihonda. La actitud privada y pública de Émilie
angustiaba un montón a su pobre madre, que pensaba que nunca podría casar a una
hija tan… rarita.
Pero para comprender lo extraordinario de
la educación recibida por Émile debemos echar un vistazo a cómo era la
educación que recibían las niñas en el siglo XVIII.
LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES EN
EL SIGLO XVIII
Hoy puede resultar
sorprendente decir una cosa así, pero la verdad es que en el siglo XVII casi
todas las mujeres eran analfabetas y, por si esto fuese poco, eran además
esclavas de sus padres y de sus maridos.
Las mujeres recibían poca
formación intelectual, con suerte aprendían a leer y a escribir. Lo que le
interesaba a la sociedad de aquella época era que las chicas se formasen para
ser buenas esposas, educadoras de sus hijos y que supiesen encargarse de hacer
las tareas de la casa. O sea, que las educaban para ser “chachas”.
La religión era
importante, por eso debían estudiar el catecismo. Con suerte, las clases altas,
se preocupaban por que sus hijas aprendiesen algo de música y de danza, quizás
para poder pescar un buen marido.
Es una gran suerte que
las cosas hayan cambiado.
ÉMILE SE CASA. ¡VIVAN LOS
NOVIOS!
Ya hemos dicho que la
señora Gabrielle-Anne de Froulay, madre de Émile, no estaba
muy convencida de que única hija, rara como un perro verde, pudiese llegar a
casarse algún día. ¿Qué hombre podía estar interesado en una jovencita que se
preocupaba más por las Matemáticas que por la costura?
Bueno, el caso es que Émile, que era bella
y elegante y además no tenía un pelo de tonta, enamoró a un hombre Florent Claude, marqués de Châtelet, con el que se
casó. Ella tenía 19 años y él 30. Tuvieron tres hijos.
El marqués admiraba la
inteligencia de su esposa y le concedía bastante libertad para lo que era
normal en aquella época. Émile iba a la ópera, al teatro y a las tertulias
mientras su marido estaba ausente atendiendo a sus obligaciones militares.
ÉMILE Y FRANÇOIS-MARIE AROUET (O LO QUE ES LO MISMO:
VOLTAIRE)
Voltaire y Émile ya se habían conocido
cuando ésta era sólo una niña y el gran filósofo había visitado la casa
familiar de la pequeña. Más adelante, concretamente en el mes de mayo de 1733
volvieron a encontrarse y comenzaron una relación que duraría hasta la muerte
de ella.
¿QUIÉN ERA ESE TAL VOLTAIRE?
Fue un escritor francés del siglo XVIII,
nacido en Paris el 21 de noviembre de 1694 y que murió en la misma ciudad el 30
de mayo de 1778.
Fue una de las figuras más destacadas de
la Ilustración (de la que ya hemos hablado antes).
Voltaire fue un luchador contra la intolerancia y la superstición y que
siempre defendió en sus obras la convivencia pacífica entre las personas, sin
importar cuáles sean sus creencias o su religión (a pesar de esto, la Iglesia
no lo veía con buenos ojos).
“La tolerancia no ha
provocado nunca ninguna guerra civil; la intolerancia ha cubierto la tierra de
matanza”, escribió Voltaire en sus páginas.
Todas sus obras se caracterizan por estar
escritas en un lenguaje claro y sin demasiado adorno, lo que parece ser que era
bastante normal en la época. Era además un escritor muy irónico y con un gran
sentido del humor, que utilizaba para atacar y defenderse de sus numerosos
enemigos.
En varias ocasiones denunció los abusos y
errores de la justicia y no dudó en ponerse de parte y defender a las víctimas
de esos errores, aunque eso le acarrease problemas.
Entre sus muchas obras, quizás la más
conocida sea CÁNDIDO, una novela en la que al protagonista le ocurren
continuamente desgracias, pero que a pesar de todo mantiene siempre la
esperanza y el optimismo.
AÑOS DE AMOR Y ESTUDIO.
En mayo de 1734 se dictó una orden de
arresto contra Voltaire porque el filósofo había escrito una obra titulada
CARTAS INGLESAS que no había gustado a ciertas personas por su contenido a
favor de la tolerancia y contra las supersticiones religiosas que defendía la
Iglesia.
Émile le ofreció a Voltaire refugio en su
castillo de Cirey, situado en el norte de Francia, donde podía estar a salvo y
escapar del país si las cosas de ponían feas.
En el castillo crearon un refugio de amor
y estudio. Se cuenta que sus jornadas eran interminables. Ninguno de los dos
apenas comía, dormían poco más de tres horas y se dedicaban a estudiar,
representar obras de teatro, leer, hacer experimentos de Física y Química.
Entre los dos llegaron a acumular más de veintiún mil ejemplares en la
biblioteca del castillo, muchos más que algunas bibliotecas universitarias de
la época.
Voltaire no sólo amaba a Émile, también
admiraba su inteligencia y se burlaba de su exagerado gusto por el maquillaje y
las joyas llamándola Madame Newton Ponpon.
¿Y qué pasaba con el marido de Émile?
Pues el señor marqués de Châtelet, cuando
no estaba ocupado con asuntos de su profesión militar, acudía al castillo de
Cirey y se dedicaba a su afición preferida, que era la caza, sin entrometerse
en los asuntos de los tortolitos.
SE ACABÓ EL AMOR… Y LA VIDA.
En 1745 la relación amorosa entre Émile y
Voltaire se acabó, ya que ella comenzó un romance con Jean François de
Saint-Lambert, un hombre joven que era poeta y militar, del que se quedó
embarazada.
El parto fue un desastre y ocurrió el 3 de
septiembre de 1749. El día 9 del mismo mes Émile comenzó a sentirse mal y a
sufrir una altísima fiebre. El día 10 falleció. En su lecho de muerte estaban
los tres hombres más importantes de su vida: su marido, Saint-Lambert y, cómo
no, su querido Voltaire.
LA CIENCIA ES COSA DE HOMBRES.
¿EN SERIO?
En los aposentos de Émile
nunca faltaban cuatro o cinco mesas cubiertas de libros abiertos, apuntes,
cálculos... cada una de ellas dedicada a uno de los estudios que tenía en
marcha.
Tradujo LA FÁBULA DE LAS ABEJAS, de Mandeville, y escribió un libro de
divulgación, INSTITUCIONES DE FÍSICA, para su hijo de doce años, en el que combina la
metafísica de Leibniz con las nuevas ideas de Newton.
Por cierto, las teorías
de Isaac Newton no gustaban nada a los científicos y académicos franceses. La
marquesa, sin embargo, era una firme defensora de las novedades newtonianas,
tanto que llegó a enfrentarse con el secretario de la Academia de Ciencias, un
pelmazo llamado Dortous de Mairan.
¡Ella, una simple mujer,
se atrevía a hablar de ciencia!
El doctor Dortous trató
de burlarse de ella con mucho desprecio y pocos argumentos desde su elevado
cargo. Lo que no esperaba el listillo es que su adversaria lo pulverizase con
un escrito que comenzaba así: "Yo no soy secretario de la Academia, pero
tengo razón, que es algo que vale más que todos los títulos...".
La ciencia no estaba al
alcance de las mujeres. Ellas, como mucho, podían estudiar en casa, organizar
salones donde invitar a científicos y discutir. Pero no estaba permitida la
entrada ni en las Academias ni en los cafés donde se trataban temas
científicos, como el Café Gradot, donde solía acudir, entre otros, el famoso
filósofo y matemático Pierre Louis Maupertuis. Pues bien, allí un día se
atrevió a entrar Émile… disfrazada de hombre.
Sin duda su aportación
más importante a la ciencia fue la traducción que hizo al francés de la obra de
Newton llamada PRINCIPOS MATEMÁTICOS DE LA FILOSOFÍA NATURAL, en la que se
recogen los más importantes descubrimientos del físico inglés de mecánica y
cálculo matemático.
Esta obra estaba escrita
originalmente en latín, lo que la hacía aún más difícil de entender, al
traducirlos al francés se permitió que hubiese más lectores que pudiesen
leerla, lo que ayudó a que las teorías de Newton llegasen a más personas.
Una curiosidad para
comprender la importancia de lo que hizo Émile: su traducción es la que hoy en
día utilizan los franceses que quieren conocer las ideas de Newton… y eso que
han pasado más de doscientos años desde que la hizo.
Imágenes de: Wikipedia
Un placer leeros
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